La fascitis plantar es una lesión por sobreuso originada por un exceso de estrés en el pie, por anomalías biomecánicas, o por ambas a la vez. Es la causa más común de dolor en el talón. Sucede cuando el ligamento fibroso de la fascia plantar -una especie de goma que se suelta y se contrae con el movimiento- a lo largo de la parte inferior del pie origina desgarros en los tejidos, lo que a su vez produce dolor e inflamación. Las causas de su origen pueden ser variadas, y dependen en gran medida de factores posturales, genéticos y ambientales.

Aparece frecuentemente cuando la persona se excede al correr, saltar o realizar otras actividades físicas. Por eso afecta en gran medida a hombres jóvenes y deportistas. Pero también a mujeres de mediana edad con sobrepeso. Los factores de predisposición más comunes son la edad, la obesidad, la carga de peso excesiva, un calzado inadecuado, o tener los pies planos o cavos.

Los signos y síntomas de una fascitis plantar son el dolor, que puede aparecer de forma lenta y paulatina, o de repente tras una actividad intensa. En un principio puede tratarse de un dolor difuso y de difícil localización, pero que posteriormente se localiza fácilmente bajo el talón. A veces el dolor se puede extender hasta el arco del pie, e incluso en ocasiones hasta los dedos.

El dolor y la rigidez aumentan cuando se camina después de levantarse de la cama, o después de estar sentado durante un largo tiempo. Es el síntoma más común de la fascitis plantar. También es frecuente que el dolor sea mayor con la flexión dorsal de los dedos del pie (cuando se mueven hacia arriba), estando de puntillas, o cuando subimos escaleras.

Si no se trata (o no se hace correctamente) una fascitis plantar leve se puede convertir en un problema crónico. E incluso puede modificar nuestra forma de caminar, u originar tensiones en otras partes del cuerpo (rodilla, cadera, espalda…). Tanto el tipo de tratamiento como el tiempo de recuperación pueden variar en función del cuerpo de cada persona. Pero lo primero que hay que hacer es aparcar la práctica deportiva momentáneamente.

Uno de los posibles tratamientos es el de la artesis. Se trata de un dispositivo que se introduce en cualquier par de zapatos y a menudo puede aliviar el dolor y ayudar a revertir el daño. Por su parte, el uso de un talón de silicona para suavizar y proteger el apoyo en el suelo puede ayudar a aliviar el dolor, pero no cura la fascitis.

Algunos especialistas aconsejan dormir con una férula que mantenga el pie en flexión dorsal. Y durante el día se recomienda estirar los gemelos y el sóleo, puesto que la retracción de estos músculos es una de las causas de la inflamación.

Si otros tratamientos no han dado resultado, se suelen aplicar otros más invasivos, como la inyección de corticoesteroides que reduzcan el dolor en la zona. Sin embargo, esta solución podría debilitar la fascia plantar. También se puede recurrir a la terapia con ondas de choque, para estimular el tejido dañado. Y, en última instancia, la cirugía se revela como la última opción de quienes sufren esta enfermedad en su forma más grave.