Es normal que el ser humano vaya perdiendo, en mayores o menores dosis, la alegría de vivir conforme va sumando fechas a su calendario. Por eso a veces resulta difícil diagnosticar la depresión en personas ancianas. Por ello, existe un mayor riesgo de que en estos casos no se aplique un tratamiento específico. Se trata de un problema a tener en consideración, máxime cuando la depresión es el trastorno psiquiátrico más habitual en personas que superan los 65 años, según la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión puede definirse como una enfermedad caracterizada “por una tristeza persistente, y por la pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta”. Y también por “la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas”. Rasgos que, por otra parte, también están asociados al proceso natural de envejecimiento.

¿Cuáles son las principales causas de depresión en una persona mayor? Entre las de carácter endógeno se encuentran dolencias como la hipertensión, la diabetes, las cardiopatías, el Parkinson, o incluso las demencias como el Alzheimer. Respecto a las causas externas, están relacionadas con trastornos de adaptación a circunstancias vitales como la jubilación, la dependencia funcional o el duelo por el fallecimiento de  algún ser querido.

Los expertos coinciden en otorgar al cuidador un papel protagonista en la tarea de prevenir esta enfermedad. Los familiares o profesionales a cargo del anciano pueden detectar con mayor facilidad los primeros síntomas de depresión. También pueden ayudarle controlando su alimentación, animándole a que cultive las relaciones sociales, o a que hagan ejercicio físico.

El inicio de un tratamiento contra la depresión debe comenzar por abordar cualquier situación o enfermedad que pueda causar los síntomas. También se debe suspender los tratamientos médicos que puedan estar empeorando los síntomas: la polimedicación  puede generar síntomas depresivos. Resulta muy útil evitar tanto el alcohol como los somníferos, en tanto la depresión neurológica producida por esta combinación puede confundirse con síntomas de la enfermedad.

Por último, en muchas ocasiones es más que recomendable recurrir a la ayuda de psicoterapia.